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viernes, 17 de abril de 2015

#21

Capítulo 21:


- ¿Voy a recuperarme? –dijo Lali sin perder esa chispa en sus ojos.
Evangelina, una señora de unos cuarenta años, regordeta, pero muy, muy agradable, se encogió de hombros.
-No puedo decirte nada –suspiró– no quiero que te hagas ilusiones, Lali.
-Bueno… -suspiró ella, abrochándose las botas– Eso es un "no".
-Yo no dije eso –dijo Eva, sentándose a su lado.
-Pero tampoco me diste un "sí" por muy poco seguro que fuera.
-Tenés que tener esperanzas, pero tampoco es para que te hagas ilusiones.
-Eva, sé que dentro de unas –miró el reloj- cuarenta y ocho horas, voy a estar aquí, entrando a las puertas de la muerte.
-La quimio está yendo bien por ahora. No creo que el tumor se extienda mucho más.
-Ya se extendió bastante –Lali suspiró– lo que yo tengo es benigno, se que se puede curar. Pero no voy a salir viva de la operación.
- ¿Por qué dices eso? –Eva le acarició la cabeza. Lali hizo un gesto coqueta. –No lo sabes. Confía en los doctores, ellos saben lo que hacen.
-Y no lo dudo. Pero la quimio me está dejando hecha mierda. Y me siento mal. Cada vez me duele más la cabeza. Tengo esa sensación de que todo en mi se está terminando, Eva.
Eva fue a decirle algo, pero en ese momento un timbre, conforme algún paciente la necesitaba.
-Nos vemos, Lali. –sonrió y se fue a levantar.
- ¡Eva! –la llamó ella. La enfermera se detuvo. Lali dio dos pequeños saltos y posó un beso en la mejilla de la mujer– Gracias por intentarlo.
- ¿Qué cosa? –dijo Eva.
-Que me sienta mejor.
Eva sonrió, con complicidad. Y se fue, acudiendo a quien la necesitaba.
Lali llegó a casa al rededor de las diez de la noche. Su papá no estaría en todo el día, y su mamá se había ido a comprar. Lali dejó caer las llaves en la cómoda que había al lado de la entrada. Descansar todo el día había hecho que ahora se encontrara más energética. Pero eso no cambiaba el hecho de que la cabeza la doliera. Encendió la luz de su gran habitación y se adentró. Al alzar la vista se llevó una gran sorpresa. Todo estaba adornado con flores. Todo. Todo lleno de ramos de colores, los perfectos olores abrumaban la habitación. Ella abrió los ojos y sus pupilas se ensancharon, acostumbrándose a la tenue luz. Sonrió al ver a Peter.
-Dios mío… -susurró ella. Lo abrazó.– Que hiciste…
- ¿No te gusta? –sonrió él.
-Muchísimo. – los ojos de Lali se aguaron.
-Hermosa. –Petero la tomó del mentón y besó sus labios.- ¿Cómo te fue la noche, el día?
-La noche… -suspiró.– Bueno, mejor no digo nada.
- ¿Por qué?
-Martina. –agachó la mirada.– pero me importa tres pedos, ahora estoy con vos. Ella ya no importa, quedó en el pasado.
-Para siempre. –concluyó él.
-Y el día… bien, ya sabes. Quimio y todo eso. Las pruebas salieron correctas. –hizo corazones por encima de la remera de Peter, justo en su pecho.
-Me alegro.
Peter la abrazó contra él y le besó el cuello, dejando pequeñas marcas que al día siguiente se convertirían en chupones.
-Mmh… me gusta lo que haces. –rió Lali.
-A mí me gustas vos. –dijo Peter.
La tomó de los muslos y la apoyó en el pie de cama. Lali alzó los brazos, para que Peter le quitara su remera. Y al revés. Y poco a poco la ropa se fue acumulando. Y unos jeans por ahí, y una remera lila más para allá. Y medias, y un corpiño rosa. Y hasta pulseras, hasta, un reloj. Piel contra piel, sin intervenciones, sin obstáculos, sin nada de por medio. Sin absolutamente nada. Y besos y caricias. Y más amor. Y de nuevo, luna llena, testigo de toda aquella pasión. Y las flores que lo adornaban, qué hacían aquello aún más único y más especial. Y hoy, la puta madre, hoy es uno de los días más felices de mi vida. No, mejor. Cada y uno de los días que paso con él, que me ama, que lo amo, que reímos, que nos abrazamos, que nos besamos… es diferente, especial, único, perfecto. Cada y uno de esos días en los que lo tengo a él, es el día más feliz de mi vida.

DECIMOTERCER DÍA:
Las doce y un minuto de la noche. Peter acariciaba el hombro de Lali. Sentados en la hamaca que había en la terracita. Él besó ese hombro. Lali lo miró, enamorada. Le dio un beso. Un beso más… un beso como tantos otros, pero en parte, especial, como ninguno. Peter miró hacia el cielo. Sus pupilas se volvieron pequeñas, intentándose acostumbrar a la luz de la luna. De nuevo, el cielo estaba despejado. Y se podían ver todas las estrellitas. Lali sonrió.
- ¿Esa no es la constelación de la Osa Mayor? –dijo Lali, señalando un conjunto de estrellas que brillaba más que las demás.
-Si. –Peter entrelazo sus dedos con los de la mano alzada de ella y recorrió la que sería esa constelación.– es la constelación del amor.
- ¿En serio?
-Si.
- ¿Por qué? –le preguntó Lali, curiosa, sosteniendo su mano abierta junto con la de Peter.
-Cuenta la mitología griega que a Zeus le llamó la atención una ninfa del bosque… Calisto. Él la sedujo, y los dos estaban perdidamente enamorados. –Lali lo miró, estrechando su mano junto con la de Peter. Él paseó su dedo a lo largo del brazo de ella.– Hera, la mujer de Zeus, se puso muy celosa, y dominada por la ira, transformó a Calisto en una osa. Arkas, el hijo de Calisto casi la mató, ya que también era un cazador de los bosques. Zeus, para proteger a su enamorada, avisó a Arkas, y para que Calisto no volviera a encontrarse con los cazadores, la agarró de la cola y la lanzó lejos, hacia el cielo. Desde entonces, cada vez que Zeus quiere ver a su enamorada, solo tiene que alzar la vista al cielo.
-Qué lindo. –dijo Lali observando aún la luminosa constelación.
-Como vos. –dijo él besándole la punta de la nariz. La abrazó, contra su torso.
-Te amo. –dijo Lali, contra la boca de Peter. Y surgió otro beso.
-Y yo a vos.
Peter se levantó, envuelto con una de las mantas, y levantó a Lali con él. La apoyó en la barandilla del balcón.
- ¡PETER! –gritó Lali.
-Tranquila, te tengo bien agarrada. –sonrió Peter, acercándose, entre las piernas de ella. Le colocó mejor la manta, tapando completamente los pechos de Lali. Le volvió a besar el cuello, se deleitó con su colonia a mujer, se escondió allí. Lali reía y reía…

-Bonita… -susurró Peter, masajeándole la cintura, por donde la tenía agarrada.– Mi amor casate conmigo, casate conmigo.
-Peter. –dijo Lali riendo, y pasando sus dedos entre los cabellos de él.– estás loco…
-Loco por vos. –la miró, alternativamente, sus pupilas observaban, de sus ojos, a su boca. Terminó dándole un pequeño, corto beso.– casate conmigo.
-Bueno, me caso con vos. –y ahora los dos rieron.

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